Hace dos semanas, el Silicon Valley Bank (SVB), un prestamista mediano de California, experimentó una rápida implosión que terminó por sacudir los cimientos del sistema financiero mundial, a pesar de que pocas personas fuera del sector tecnológico conocían su existencia. El viernes 10 de marzo, los clientes retiraron US$ 42.000 millones en un solo día, lo que llevó a los reguladores estatales y federales a intervenir para salvar lo que quedaba del banco.
En consecuencia, SVB se convirtió en un nombre mundialmente conocido, aunque no de la manera que sus fundadores hubieran esperado, ya que se convirtió oficialmente en el segundo colapso bancario más grande en la historia de los Estados Unidos después de Washington Mutual en 2008. A medida que los analistas y reguladores comenzaron a examinar los escombros, descubrieron varias señales de alerta, aunque las vulnerabilidades del SVB no eran muy complicadas. Esto contrastó con la crisis de 2008, donde los productos oscuros y el mercado de derivados laberíntico de Wall Street resultaron en una crisis mucho más compleja que terminó afectando al mercado inmobiliario de Estados Unidos.