Por Roberto Ramírez Moreno
La familia es una institución social, que juega un papel preponderante en la sociedad, tanto así, que el ¨conjunto de personas, pueblos o naciones que conviven bajo normas comunes¨ y que se denomina sociedad, se compone de personas que no provienen de otro planeta, provienen del seno de una familia, sea de una familia funcional o de una familia disfuncional.
La familia funcional es aquella que, en pocas palabras, funciona bien, a pesar de no ser una familia perfecta y tener debilidades, los miembros de una familia funcional tienen roles, los ponen en práctica, colaboran entre sí, se ayudan mutuamente y tratan de mejorar cada día.
Mientras que una familia disfuncional carece de empatía, comprensión, comunicación, confianza, por lo general uno o ambos padres están ausentes o tienen poca presencia en el hogar. Hay peleas constantes entre los padres, entre padres e hijos y entre los hermanos. No hay respeto, predomina el miedo y en ocasiones hay adicción tanto a drogas permitidas, como a drogas prohibidas etc.
La familia es la principal célula de la sociedad, es decir, es la base de la sociedad. La sociedad será mejor o peor dependiendo de si sus ciudadanos proceden de una familia funcional o si, por el contrario, proceden de una familia disfuncional.
Mientras más formada en valores estén las familias, mejores ciudadanos tendrá la sociedad, ya que, la familia es la que infunde los primeros valores en sus miembros ayudándolos en el desarrollo integral, quienes los pondrán en práctica al momento de convivir en sociedad.
Existen varios tipos de familia funcional, en mi caso, me quedo con la familia basada en la fe cristiana, ya que ésta enseña a sus miembros: a amar al prójimo como a ellos mismos; a no robar, no matar, no mentir, no codiciar la mujer ajena o los bienes de otro, no fornicar, no adulterar; a perdonar a quien le haya hecho algún daño; a que los hijos honren a sus padres; a que el esposo ame a su mujer como a sí mismo y la mujer respete a su marido, lo que se traduce en que ambos deben amarse y respetarse mutuamente.
En una familia que verdaderamente se ponga en práctica los principios cristianos, no cabe el odio, ni la discriminación, ni la xenofobia, por el contrario, prevalecerá el amor en Jesucristo.